13 de setembre del 2010

LA TURIA DIU...SET.'10

DEMOCRACIA DE RISA
En un acto de exaltación más propio de épocas fascistas que de democracias avanzadas, el PP ha situado al todavía presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, como candidato oficioso a revalidar el cargo en las elecciones de la próxima primavera. Camps, por si alguien lo ignora, está imputado judicialmente por delito de cohecho impropio —el archiconocido escándalo de los trajes sufragados por la trama corrupta a la que desviaron millones de euros en contratos preferenciales conocida como Gürtel—, pero es que, por si fuera poco, la Justicia le investiga en relación a otros siete delitos de mayor gravedad y consistencia, entre los cuales supuesto cohecho nada impropio, delito de financiación irregular del partido, delito contra la hacienda pública y falsedad documental. En cualquier sociedad observante de las leyes, y celosa de las reglas que regulan la convivencia democrática y el juego político, Camps y buena parte de sus correligionarios, imputados o encubridores, hace tiempo que estarían desterrados de la vida política y antes que nada de las instituciones de las que han abusado y ensucian con su presencia. No es el caso, como tampoco parece que el segundo o tercer código ético promulgado por el PP y convertido, como los anteriores, en pajaritas de papel afecte a otros presuntos como Carlos Fabra, José Joaquín Ripoll y resto de la larga nómina patibularia de cargos públicos de la derecha afectada por causas judiciales. La nuestra no es una democracia de escasa calidad. Es de risa. Que, más allá de la comicidad y estupor que genera, comporta un daño considerable que no sólo comprende el quebranto provocado a las arcas públicas merced a la delictiva relación de políticos democráticamente electos con delincuentes de la peor calaña. Pretender que la adhesión inquebrantable de los conmilitones y un sistema de control, también informativo y propagandístico, absuelva a la cuadrilla mediante otra previsible victoria electoral, es confundir el culo con las témporas. La proclamación de Camps, al más puro estilo franquista, aunque se halle condicionada a la marcha del proceso que finalmente le absuelva o condene, presiona indirectamente a la administración de justicia en un falaz intento de neutralizar el Código Penal, anteponiendo un hipotético fervor popular a la aplicación de unas leyes que podrían suponer la inhabilitación del candidato. Entre tanto, gracias a la hegemonía de la indecencia, continuaremos como excepción en la geografía de los estados democráticos.

11 de setembre del 2010

Golpes Bajos - Malos Tiempos Para La Lírica

Alaska & Dinarama + German Coppini - Bailando

La Mode-Para tí

Georgia on my Mind- Ray Charles

Jacques Brel - Ne me quitte pas (subtitulos en español)

Je t'aime moi non plus - S, Gainsbourg, J. Birkin - Tributo con subtítul...

Je t'aime moi non plus - S, Gainsbourg, J. Birkin - Tributo con subtítul...

The Mamas & The Papas: California Dreamin'

The Animals - House of the Rising Sun (1964) HD/Widescreen

Canço del Pages - Directo "A por ellos.." con Quico pi de la Serra (Loqu...

Loquillo & Trogloditas - La mala reputacion

LOQUILLO"CUANDO FUIMOS LOS MEJORES"

sisa - qualsevol nit pot sortir el sol

Bocairent, "Si yo fuera presidente, 1985" (4 de 12)

Bruce Springsteen "Born to run" Subtitulado en español

ELS 5 XICS- Quan un home vol una dona

Nat King Cole - Monalisa

FRANK SINATRA . NEW YORK NEW YORK SUBTITULOS EN ESPAÑOL

Raimon, serrat i altres. 30 anys de "al vent"

Veles e Vents - Raimon - Palau Sant Jordi 1993

Els Amics de les Arts, "Jean Lucq"

Anna Roig i l'Ombre de Ton Chien, "Corro sota la pluja"

22 d’agost del 2010

Diego A. Marique i Radio 3 (d'efe eme)

New York Land (4): DAM, capitán de noches y estrellas
Texto de JULIO VALDEON BLANCO publicado el 13 Ago, 2010 en la categoría New York Land, Revista

Manrique reivindicó a Los Rodríguez.

“Han querido amordazar al gran francotirador, pero olvidan que los grandes siempre volvieron del exilio. No existe forma de borrar la huella de un tipo que cuando solicitaron unanimidades marcó su desacomplejado paso. Por eso la puñalada, el barranco anónimo, la cazalla como coartada. Lejos del micrófono DAM se antoja un marinero en tierra. Nosotros, grumetes del último barco pirata, exigimos su vuelta a la Hispaniola”
Desde Nueva York, y conmocionado por el abrupto final de Manrique y su “Ambigú” en Radio 3, Julio Valdeón Blanco dedica su columna mensual a rendir tributo al maestro del periodismo musical, Diego A. Manrique.

Una sección de JULIO VALDEÓN BLANCO.

Poco después de leer un artículo de Diego A. Manrique (en adelante DAM) en el que comenta “El eclipse del ‘decano del rock’”, sobre Robert Christagu, me entero de que Radio 3 ha prescindido de sus servicios. Lo liquidan en mitad del verano, mientras RTVE es el llanto de todos los que creemos en un modelo público de calidad (¿qué tal la BBC como espejo?). Lo ejecuta la misma corporación, un suponer, que envía al exilio del canal 24 Horas “Crónicas” y “En portada”, la misma que dedica los telediarios a hablar de motos, la misma que ha gastado millones en sufragar los graciosos pasitos de baile de unos capullos, esa que entroniza a la muy grimosa Anne Igartiburu mientras guillotina, entre otros, a Sebastián Alvarado (“Al filo de lo imposible”) y Jesús Ordovás, una empresa que ya nunca programa cine de calidad, no digamos música en vivo, incapaz de producir una serie documental de naturaleza o historia que puedas encontrar en los estantes de los Barnes & Noble neoyorquinos (“Fauna ibérica” y “El hombre y la tierra” son gloriosas, sí, pero sería imposible venderlas en un mercado donde reinan las pluscuamperfectas superproducciones de Sir. David Attenborough). Quizá sus directivos mediten dedicar los cuatro euros ahorrados con “El Ambigú” en “Águila roja”, rutilante obra maestra que tiene acojonados a los creadores de “The wire”, “A dos metros bajo tierra” y “The Pacific” ante la imposibilidad de igualarla.
A DAM lo conocí porque su nombre figuraba en los créditos de la “Historia del Rock” que “El País” publicó en 1986. Un texto épico que servía como biblia de cabecera, entre pliegues de historia, saliva de rock and roll, biografías resueltas con pericia y ausencia de prejuicios. Allá por el 91, cuando ingresé en el bachillerato, forré mi carpeta con fotos tomadas (fotocopiadas) de aquel volumen coordinado, dirigido y, en muchos casos, escrito por DAM. Después llegó “El Ambigú”, tormenta de alivios, cóctel caliente que engullías feliz mientras el gato más sabio mezclaba a Celia Cruz y Antonio Machín (¡esas grabaciones añejas, preñadas de incorrección!) con lo último de Leonard Cohen. Para entonces, mediados los noventa, llevaba siglos en la trinchera, más o menos desde que en “Triunfo” César Alonso de los Ríos le diera la oportunidad de marcar territorio. Y estaban, están, sus reportajes, columnas y entrevistas para el periódico, ajustado manual de cómo regalar ironía libre de cinismo, siempre del lado de la cordura. Cualquiera que escriba sabe que ahí palpita la esencia del oficio. Rebeldía limpia de poses, erudición sin pedantería, audacia, mordisco, cuando lo que mandan los libros de estilo es arrugar el morro, planchar la prosa y disparar banalidades 2X1.
En “Rockdelux” sus artículos chorreaban ausencia de prejuicios. Su “Diez razones para odiar a Bob Dylan” me dejó aturdido, patidifuso, flipado. EFE EME, claro, fue, es, otro motivo para renovar el ya inagotable rosario de lealtades debidas. Ah, aquella entrevista, mano a mano con Juan Puchades, en la que viajaban hasta el corazón de un “Honestidad brutal” todavía en máquinas. Dudo que abunden las piezas semejantes, nacidas en el momento clave, y en directo, de una trayectoria artística imponente, capaces de radiografiarla en plena efervescencia y, al tiempo, otear el futuro. Ya amaba a Calamaro, pero ese reportaje fue el primero en anunciar la importancia de un disco que servidor coloca de los primeros en el exclusivo club de los imprescindibles, o sea, junto a “La leyenda del tiempo”, “Blues de la frontera”, “Heliotropo”, “Cuatro rosas”, “19 días y 500 noches”, “A santa compaña”, “Morir en primavera”, “No sólo de rumba vive el hombre”, “Una pequeña parte del mundo”, “Omega”, “¿Cuándo se come aquí?”, “Songhai”, “La canción de Juan Perro”, “Un soplo en el corazón”, “Alta suciedad” o “Sin documentos”. Hablando de “Sin documentos”… ¿recuerdan cuando buena parte de nuestra crítica enloqueció con el indie angloparlante facturado en Vallecas? De golpe pareciera que La Movida fue una mierda y el rock en castellano un espejismo. Había que enterrar a cuantos lo hicieron posible, quemar las naves, abolir el canon o, al menos, subvertirlo. Todavía algunos juegan a heterodoxos riéndose de Gabinete, Secretos o Pegamoides. DAM tecleó entonces algunos de los comentarios más pertinentes y evitó sumarse al coro de enterradores molones. Qué actitud tan poco “cool”, murmuraron altivos los modernos de guardia, inagotables a la hora de sonrojarnos. Encima, y a eso iba al citar “Sin documentos”, reivindicó a un grupo de hispanoargentinos que bebían de Moris y los Stones, la rumba y el blues, Dylan y Burning. Aquellos viejos héroes de Tequila y antiguos combatientes de Los Abuelos de la Nada trituraron disco a disco las febles tesis de quienes creían que lo nuestro, en nuestro idioma, mezclando influencias propias y ajenas, “Exile on Main St.” con Peret, Atahualpa Yupanqui y José Alfredo Jiménez con Gene Vincent y Goyeneche resultaba imposible. Al cabo Los Rodríguez devolvieron al rock facturado en España las constantes vitales. Cuanta razón tenía DAM y cuantos cojones le echó, con lo fácil que hubiera sido cultivar el don de la oportunidad y celebrar las brillantes copias de la escena inglesa que otros tanto aplaudían.
Escribo sobre DAM estirando el cuello para no ahogarme. Vivo en Nueva York desde hace cinco años pero aún así buscaba los podcast de El Ambigú como un yonqui. Lo tengo por uno de los periodistas más lúcidos que jamás hemos tenido, un ejemplo a la hora de descifrar sentimientos cuando la mayoría temblamos frente a la dificultad de explicar un disco. Nos quisieron vender que la música es sólo un pasatiempo a falta de otros mejores. Hicieron falta él y otros igual de grandes (Ignacio Julià, Luis Lapuente, Jaime Gonzalo, José Miguel López, Javier Pérez de Albéniz, Juan de Pablos, etc.) para que en este país cainita, cutre, adicto al prejuicio, apareciera al fin un periodismo cultural hasta entonces sólo al alcance de estadounidenses y británicos. Nuestros Greil Marcus, nuestros Charlie Gillet, nuestros Robert Palmer, nuestros Paul Nelson, Peter Guralnick, etc., debieran de protegerse como los valiosos profesionales que son, dinamos sociales sobre los que a menudo cae el haz de odios de quienes prefieren glotones sin papilas antes que consumidores bien informados. Para eso, imagino, financiamos la radio y la televisión públicas, y malditos quienes nos priven de su sabiduría en nombre de miserables prejuicios y soterradas venganzas. DAM, temido por los profesionales de la estampita, ha educado a varias generaciones en el difícil arte de bucear mar adentro en busca de ritmos alucinados, mágicas caracolas de guitarras, sonidos exóticos y golosas canciones y creadores que de otra forma se hubieran perdido en los sargazos de una oferta repleta de bisutería. Uno mismo teclea, entre otras razones, por su culpa, reo dichoso de su magisterio. No es culpa suya que nosotros, sus émulos, seamos tan malos. Quizá, si las excelentísimas autoridades resucitan “El Ambigú”, sigamos mejorando, aprendiendo de DAM, o al menos, reconocidas nuestras limitaciones, disfrutando.
Han querido amordazar al gran francotirador, pero olvidan que los grandes siempre volvieron del exilio. No existe forma de borrar la huella de un tipo que cuando solicitaron unanimidades marcó su desacomplejado paso. Por eso la puñalada, el barranco anónimo, la cazalla como coartada. Lejos del micrófono DAM se antoja un marinero en tierra. Nosotros, grumetes del último barco pirata, exigimos su vuelta a la Hispaniola.
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Anterior entrega de New York Land: Tinariwen, bajo un jergón de estrellas
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Tags: Andrés Calamaro, Bob Dylan, Celia Cruz, Diego A. Manrique, Jesús Ordovás, Julio Valdeón Blanco, Los Rodríguez, New York Land

J. Sabina en en el Santiago dominicano

De: Josep Antoni Mollà

Titol: Las paradojas del pirata Sabina en el Caribe

El pabellón cubierto Arena del Cibao, en la dominicana ciudad de Santiago de los Caballeros, acogió el segundo y último concierto de Joaquín Sabina en el país caribeño, el miércoles 19 de mayo. En el contexto de su larga gira “haciendo las América”, y en la ronda de conciertos de presentación de su último disco, “vinagre y rosas”, que ya en noviembre del pasado año pasó por el Palau de la Música de Valencia.

Aunque Sabina era el primer concierto que ofreció en la segunda ciudad de aquella república, de dos millones de habitantes, y se le vio muy feliz, generoso en lo musical, entregado y cómplice con un auditorio que se volcó y coreó muchas de sus canciones, cabe apuntar que dicho concierto fue un cúmulo de paradojas y contradicciones tan o mas reseñables que los vaivenes de este cantante sobre el escenario. Pues aunque se declaró nada amigó de las fronteras, no cesó, con explícito afán de sonsacar el chovinismo de campanario que los habitantes de todas las ciudades del mundo llevan dentro, de hacerles guiños a esos oyentes sobre Santiago, o acerca del “zingón” hijo de la ciudad, el cantante Juan Luis Guerra, o incluso referencias al bachatero Víctor Víctor, allí presente.

La gran paradoja del pirata Sabina

Acontece que precisamente Joaquín Sabina, quién debe en parte su ascenso en el mundo del espectáculo, a la canción “círculos viciosos”, tras la interpretación que hizo de la misma el cantante Pulgarcito, en un programa musical de televisión Española que dirigía Carlos Tena, a finales de los años 70, diriase que ha caído en aquello que cantaba de “no se entera”. Se despidió, tras un generoso concierto de 145 minutos derrochando canciones, con un título, trufado de rimas, de nombre irónico para aquella velada “...Crisis de valores,/ funeral sin flores,/ dólares de calcetín...”, perteneciente al disco “leiv motiv” de la gira,“vinagre y rosas”. Pero este fue un bolo repleto de paradojas que no se suelen adjuntar en las crónicas que se transcriben para los paisanos españoles de Sabina.

Por de pronto llegó, se comportó y se fue, haciendo gala de los mismos vicios que las grandes estrellas de la música. Ya que llegó al recinto en helicóptero un rato antes de comenzar el espectáculo musical, por lo que no tuvo tiempo ni de ensayar una canción, procedente del hotel Jaragua de Santo Domingo, ciudad donde actuó la noche anterior, y en la cual amago con interrumpir su concierto si el público no cesaba de hacerle fotos. En Santiago, tal vez por la menor afluencia de público, un millar de personas, a ojo de buen cubero, no tuvo que recurrir a ese capricho, pero si a amenazar con irse si los numerosos camareros, como es costumbre en dicho lugar, no dejaban de servir tragos o cuchipandas a los asistentes, sentados en sus sillas VIP ( a 80 euros cada una, las de las primeras filas, y un poco menos las también VIP de detrás). Finalmente se fue con la música de “crisis” aún resonando en el Arena, directo al helicóptero que lo regresaría al hotel de origen, sin pisar una calle santiaguera, sin atender a ningún medio y, lo que es peor, sin saber que acababa de dar un espectáculo, casi en exclusiva, para la “creme” social , política y económica de la ciudad. Sin enterarse.

Pero los desconocimientos de Sabina no termina ahí. Pues seguro que no protestó, aunque jugó con la broma de pasar de ser un cantante protesta a ser de la próstata, por la presencia de una legión de “seguratas”, a poco mas de cuatro euros aquella jornada laboral, ubicados estratégicamente por todo el local, para defender al cantante de Jaén, pero también, es de suponer al público VIP, ya que este fue el que ocupó mas localidades. Mientras los de general, a 30 euros el asiento, apenas se les divisaba, por su escasez. Todo un termómetro socio-económico de la población santiaguera, y por extensión dominicana. Máxime, y de ello Sabina que andaba en pájaro volador “no se entera”, porque los pocos que le hablan no subsisten, como la mayoría de dominicanos, caso de ser agraciados con un trabajo, con 250 euros o menos al mes. Sabina “no se enteró” que su público estaba constituido por los grandes empresarios de Santiago, jueces estrella, con programa de televisión, así como presentadores y otras estrellas de la tele, diputados flamantemente electos o artistas de éxito, mas esposas o prole, armada, eso sí, de su rutilante celular 3G, en el que vampirizaban la imagen y las canciones de aquel que “vengó su memoria a pedradas contra una sucursal del Banco Hispano Americano”.

No es gratuito el apunte según el cual los reporteros gráficos de Hoy, El Caribe, Información y otros medios del lugar, realizaron más fotografías, para las páginas y espacios de sociedad, del público VIP de las primeras filas, que a J. Sabina. Y es que Sabina, al contrario de lo que sucede en México, es poco conocido por el público dominicano. No en balde sus canciones, como acontece con la mayoría de cantantes españoles actuales, apenas suenan por las radios. Inverosilmente si suenan canciones de los años 60 y 70 de Serrat, Camilo Sesto, José Luis Perales o Raphael, donde hasta su “yo soy aquel” goza de versión merengue.

El pirata Sabina traficando canciones en el Caribe

Lo dicho no excluye, a nivel de espectáculo musical, que este resultara de una gran profesionalidad y, haciendo honor a la climatología del país, caliente. Con un telón de fondo que evocaba a su programa televisivo trampolín, “si yo fuera presidente”,el fotograma de una ciudad nocturna, “peor para el sol”.

Joaquín Sabina saltó sobre las tablas ataviado con su característico frac negro, bombín a lo Charlot, botines, pantalón color vino y camiseta con un interrogante cerrado. La experiencia y saber hacer de los Viceversa, Pancho Varona y Antonio García, así como del resto de la banda, pusieron todos los alicientes, inclusive en un par de tiempos muertos que se tomó J. Sabina.

Abrió el concierto con “tiramisú de limón”, mas las canciones que integran “vinagre y rosas”, intercalando algunas de sus más exitosas canciones como “princesa”, “bulevar de los sueños rotos”, “medias negras” o “aves de paso”, hasta llegar a los tres bises, en los que “nos dieron las diez”, a las 11’15 de la noche, nos metió en un “callejón sin salida”, proclamando sus “pastillas para no dormir”, seguramente para que no dejaran de bailar, a ritmo de rock, a “pata palo, el pirata cojo”. Y con las reverencias de rigor y el fondo musical de “crisis”, Sabina voló, tras el escenario, a la búsqueda de su pájaro de hierro.